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Cuando el cuerpo habla

“El cuerpo sana a su propio ritmo,
así que debe usted tener paciencia”.

Carl Honoré (Elogio de la Lentitud)


En muchas ocasiones nos sentimos alejados de enfermedades, crisis o eventos traumáticos que podamos llegar a experimentar de manera directa, lo observamos a través de otras personas, televisión, internet u otros medios, pero en general sintiéndonos distantes a que aquello nos pueda tocar y puede que sea así.
Mi intención no alarmar ni mucho menos, es, por el contrario, generar conciencia de nuestro cuerpo y las señales que nos da de alerta y nos negamos a escuchar. Nuestro cuerpo absorbe lentamente todas nuestras emociones, que se ocultan para permitirnos continuar con nuestras necesidades, pero que en el momento de calma da paso a enfermarnos.
No hablo de todas las enfermedades, es claro que muchas tienen componentes netamente biológicos, que no podemos escapar de ellos.
Cuando observamos cambios en nuestro cuerpo, debemos aprender a escuchar lo que nos quiere decir, esa incomodidad en la espalda, el dolor continuo de cabeza, la dificultad para dormir, etc., nos está queriendo decir que algo sucede, algo no estamos haciendo bien.
Cuando por lo general una persona es sana, y la salud empieza a dejar de ser estable, empiezan las visitas más continuas al médico, realizar exámenes con la expectativa de una respuesta “lógica” a lo que le sucede al cuerpo y ojalá haya una solución pronta y efectiva, porqué debemos continuar con el día a día.
Los exámenes salen bien (afortunadamente), sin embargo, el síntoma no pasa y continuamos con malestares, entonces viene la pregunta del medico que nos sorprende más “¿ha estado usted estresado/a?” a lo que de manera lenta contestamos “Ssssiii” aun sin estar seguros si esto es bueno o malo.
Si esto sucede es hora de pensar en qué estamos haciendo mal, revisar nuestros hábitos, nuestras formas de reaccionar, nuestro trabajo, economía e incluso las personas de las que nos rodeamos, tomar una pausa para defendernos de nosotros mismos no está mal, todo es con el fin de no dejarnos enfermar por el mal manejo de nuestras propias emociones.
Démonos una revisada de nuestra vida a ver qué está mal, qué esta bajo nuestro control y podemos cambiar, y lo qué no, de qué forma lo podemos manejar, aceptar algunas cosas no significa bajar la cabeza y resignarse, por el contrario, es admitir que tengo que vivir con eso pero lo puedo conducir mejor.

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